Enpass vs LastPass vs KeePass: diferencias reales y cuál elegir

Última actualización: 26 de noviembre de 2025
  • LastPass ofrece una experiencia SaaS muy pulida y fácil de administrar, pero concentra todas las bóvedas en sus servidores, aumentando el impacto potencial de una brecha.
  • KeePass es gratuito y de código abierto, con almacenamiento local y gran flexibilidad técnica, a costa de una experiencia más compleja, menos intuitiva y con muchas funciones delegadas a plugins.
  • Enpass adopta un modelo descentralizado: la bóveda se sincroniza usando servicios como Microsoft 365, Google Workspace o nubes personales, manteniendo el control y la soberanía de los datos.
  • Para empresas, el equilibrio entre usabilidad, cumplimiento y control de la ubicación de los datos suele inclinar la balanza hacia modelos híbridos como Enpass frente a SaaS puros o soluciones totalmente offline.

Comparativa Enpass LastPass KeePass

Si estás buscando un gestor de contraseñas y te debates entre Enpass, LastPass y KeePass, es fácil sentirse abrumado con tantas opiniones, funciones y modelos de seguridad distintos. Cada uno promete proteger tus credenciales y hacerte la vida más sencilla, pero la realidad es que no todos encajan igual de bien con tus necesidades, tu forma de trabajar o las políticas de tu empresa.

En los últimos años el teletrabajo, el acceso remoto y el aumento de ciberataques han hecho que elegir bien un gestor de contraseñas ya no sea una simple comodidad, sino una decisión de seguridad crítica. A continuación vas a encontrar una comparativa a fondo de Enpass, LastPass y KeePass, junto con el contexto de los distintos tipos de gestores de contraseñas que existen, para que puedas escoger con criterio y sin perderte entre tanto detalle técnico.

Por qué necesitas un buen gestor de contraseñas hoy en día

Usar la misma clave en todas partes o reciclar pequeñas variaciones es, a estas alturas, casi como dejar la puerta de casa abierta: más del 80% de las brechas de datos se relacionan con contraseñas débiles o filtradas, según estudios recientes del sector como el de Verizon. Mantener decenas o cientos de claves largas y únicas en la cabeza es sencillamente imposible.

Los gestores de contraseñas resuelven ese problema al almacenar todas tus claves en una bóveda cifrada protegida por una única contraseña maestra. Solo tienes que memorizar esa contraseña principal y, a cambio, puedes usar credenciales robustas y diferentes en cada web, servicio o aplicación que utilices.

Además, muchos navegadores modernos incluyen su propio gestor básico, pero la mayoría de usuarios y empresas acaban prefiriendo soluciones específicas como Enpass, LastPass o KeePass, que ofrecen mejores controles, auditoría, organización y opciones multiplataforma tanto en escritorio como en móviles.

El auge de estos gestores no es casualidad: al mismo tiempo que crece su popularidad, también lo hacen sus prestaciones, desde generadores avanzados de contraseñas hasta auditorías de seguridad, alertas por brechas o soporte para Passkeys y autenticación multifactor.

Tipos de gestores de contraseñas: SaaS, autoalojados, offline y enfoque híbrido

Antes de entrar al detalle de Enpass, LastPass y KeePass, conviene entender que no todos los gestores de contraseñas se construyen igual. Su arquitectura de datos cambia por completo el modelo de riesgos, el cumplimiento normativo y el control que tienes sobre tu información.

La mayoría de organizaciones y usuarios avanzados acaban moviéndose entre cuatro grandes categorías: soluciones SaaS en la nube, gestores autohospedados, aplicaciones offline clásicas y un cuarto enfoque que intenta combinar lo mejor de todos los anteriores sin sus desventajas.

1. Gestores de contraseñas SaaS en la nube (LastPass y similares)

Los gestores de contraseñas basados en SaaS son los más extendidos. En este modelo, toda la información sensible de los usuarios se almacena de forma centralizada en los servidores del proveedor. Ejemplos conocidos son LastPass, 1Password o Dashlane.

Su principal atractivo es la comodidad: son accesibles desde cualquier lugar con conexión a Internet, ofrecen paneles de administración, recuperación de cuentas, compartición segura de contraseñas y funciones corporativas avanzadas como Single Sign-On (SSO) o integraciones con proveedores de identidad.

La cara B de este modelo es que el conjunto de bóvedas de todos los usuarios se convierte en un objetivo muy suculento para los atacantes. Varios incidentes públicos, como el de LastPass en 2022, han demostrado que incluso con cifrado robusto, la exposición de copias de las bóvedas puede suponer un problema y un quebradero de cabeza para las empresas por temas de confianza y cumplimiento.

Además, muchas organizaciones se topan con limitaciones de privacidad, soberanía de datos y normativas, ya que la información crítica de sus empleados termina alojada fuera de su entorno de control, en infraestructuras ajenas y, a menudo, en otras jurisdicciones.

2. Gestores de contraseñas autoalojados

Para evitar que todas las contraseñas acaben en la nube de un tercero, algunas empresas optan por soluciones que se pueden instalar y gestionar en su propia infraestructura, como las ediciones self-hosted de Bitwarden o Passbolt.

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Con este enfoque, la organización decide dónde se almacenan los datos: en servidores locales, en un cloud privado o en proveedores como AWS, Azure o Google Cloud bajo su propio control administrativo. Esto ayuda a cumplir con políticas internas, regulaciones de privacidad y requisitos de soberanía.

El problema es que este control tiene un coste. Requiere invertir en despliegue, mantenimiento y seguridad de servidores, aplicar actualizaciones, gestionar compatibilidades y garantizar la disponibilidad y el rendimiento. En la práctica, solo es viable para empresas con equipos de IT y seguridad bien dimensionados.

Aunque mejora el control, el modelo sigue acumulando todas las bóvedas en un único punto, de modo que, si el servidor es comprometido, el atacante puede intentar acceder a los datos cifrados de todos los usuarios, igual que en un SaaS, solo que en tu propia infraestructura.

3. Aplicaciones de gestión de contraseñas offline (KeePass clásico)

El tercer grupo está formado por gestores que guardan todo de manera local en el dispositivo, sin sincronización en la nube ni infraestructura central. KeePass en su forma más tradicional encaja aquí.

La gran ventaja es evidente: los datos nunca se suben a servidores de terceros, lo que reduce la superficie de ataque y elimina el riesgo de una brecha masiva que afecte a millones de usuarios. Cada usuario controla su fichero cifrado en su equipo.

Sin embargo, este enfoque tiene muchas pegas en entornos modernos. La organización no puede supervisar ni hacer cumplir políticas, no hay funciones nativas de compartición ni sincronización sencilla entre dispositivos, y si un dispositivo se pierde o falla sin copia de seguridad, el usuario puede quedarse sin acceso a todas sus credenciales.

En empresas con muchos empleados, este modelo hace casi imposible conseguir un control operativo y gestionar buenas prácticas de seguridad de forma centralizada, lo que choca con las necesidades actuales de auditoría, informes y respuesta ante incidentes.

4. Enfoque “mejor de todos los mundos”: el caso de Enpass

En los últimos años ha aparecido una cuarta categoría que intenta ofrecer lo bueno del SaaS y de las soluciones autoalojadas y offline, minimizando sus inconvenientes. En este modelo, el proveedor no almacena las bóvedas, sino que permite que se sincronicen a través de servicios de confianza para el usuario o la empresa, como Microsoft 365 u otros proveedores cloud ya adoptados internamente.

Enpass es uno de los exponentes más claros de este enfoque, que ellos mismos describen como gestor de contraseñas descentralizado. El usuario o la organización eligen dónde se guarda realmente el fichero cifrado: Microsoft 365, Google Workspace, Google Drive, OneDrive, Dropbox o incluso únicamente en local, sin nube alguna.

Este modelo permite disfrutar de muchas ventajas típicas de un SaaS (apps en todas las plataformas, fácil despliegue, políticas centralizadas, funciones de administración avanzada) sin que los servidores del proveedor almacenen nunca las bóvedas. De esta forma se reducen los riesgos de brechas masivas y se facilita el cumplimiento de normativas de privacidad y soberanía de datos.

LastPass vs KeePass vs Enpass: enfoques radicalmente distintos

Una vez visto el contexto, se entiende mejor por qué comparar Enpass, LastPass y KeePass no es solo cuestión de ver quién tiene más iconos en la lista de funciones. Cada uno sigue un modelo de seguridad, sincronización y control de datos muy diferente, con implicaciones importantes tanto para usuarios individuales como para empresas.

LastPass se sitúa en el grupo de gestores SaaS en la nube, KeePass pertenece a la familia de soluciones offline y autogestionadas, mientras que Enpass adopta ese cuarto enfoque híbrido donde los datos se almacenan en entornos elegidos por el usuario, manteniendo cifrado y control sin necesidad de servidores propios.

Madurez de las aplicaciones móviles, experiencia de uso, capacidades de autocompletado y extensiones de navegador y funciones de administración profesional son otras áreas donde se aprecian diferencias clave entre estas soluciones.

LastPass: potencia SaaS, experiencia pulida y riesgo concentrado

LastPass lleva años siendo uno de los nombres de referencia en el sector, especialmente en empresas que priorizan facilidad de uso, administración centralizada y despliegue rápido. Su propuesta gira alrededor de una bóveda cifrada alojada en sus servidores, accesible desde casi cualquier dispositivo y navegador.

Para el usuario medio, lo que más destaca es la sencillez: instalas la app, creas una contraseña maestra robusta, y a partir de ahí LastPass se encarga de capturar nuevos inicios de sesión, generar contraseñas complejas y autocompletar formularios con un solo clic. Es uno de los gestores con experiencia más redonda para quien no quiere complicarse.

Además de las funciones básicas, LastPass ofrece herramientas muy valoradas por empresas y equipos: políticas personalizables, opciones avanzadas de MFA (llaves tipo YubiKey, biometría, tarjetas inteligentes, etc.), integraciones con soluciones como Microsoft Entra ID u Okta, y un catálogo de aplicaciones con SSO para simplificar el acceso.

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Otro punto fuerte es su capacidad para gestionar la compartición de credenciales. Permite crear carpetas con controles de acceso granulares, compartir contraseñas con compañeros de trabajo o familiares sin exponerlas en texto plano y controlar quién puede ver o modificar cada elemento.

En el plano de la seguridad proactiva, LastPass incluye generación de claves robustas, auditoría de contraseñas, alertas por detección en Dark Web y opciones para contraseñas de un solo uso, lo que añade capas defensivas adicionales frente a accesos no autorizados.

Sincronización transparente en móviles y compatibilidad con autocompletado en apps permiten que el usuario tenga sus claves disponibles en cualquier momento, sin necesidad de trucos ni configuraciones complejas.

La gran crítica a LastPass no tiene tanto que ver con la usabilidad como con su modelo de datos. El hecho de que se trate de una plataforma de pago basada en la nube, con un historial de incidentes de seguridad mediáticos, hace que muchos usuarios y empresas desconfíen de almacenar ahí sus bóvedas, aunque estén cifradas localmente antes de subirse.

KeePass: potencia, código abierto y enfoque muy manual

KeePass, por su parte, se ha ganado fama como una solución gratuita y de código abierto, muy apreciada por usuarios avanzados que quieren control máximo, almacenamiento local y la posibilidad de auditar el código.

De serie, KeePass funciona como un gestor clásico: crea un fichero de base de datos cifrado que se almacena en tu dispositivo. Puedes copiarlo donde quieras, hacer tus propias copias de seguridad manuales, incluso sincronizarlo manualmente con servicios como Google Drive o Dropbox, pero la aplicación en sí no fuerza el uso de la nube.

Esta aproximación ofrece un alto nivel de independencia y flexibilidad técnica, pero tiene contrapartidas claras. La interfaz es espartana, algo desfasada en comparación con las alternativas modernas, y su experiencia de uso puede resultar poco intuitiva, especialmente para quienes no son muy tecnológicos.

Funciones que en LastPass o Enpass vienen integradas, como el autocompletado avanzado, las extensiones oficiales para navegador o una app móvil unificada, en KeePass suelen depender de complementos externos o proyectos derivados. Eso implica invertir tiempo en buscar, instalar, configurar y mantener plugins desarrollados por terceros.

Incluso la autenticación multifactor avanzada requiere, en muchos casos, tirar de integración con Windows Hello u otras extensiones adicionales: para OTP basados en tiempo, integración con Windows Hello o llaves hardware, hay que confiar en módulos externos que no siempre están mantenidos por el equipo principal del proyecto.

Otra limitación notable es la ausencia de una aplicación móvil oficial. Existen forks y clientes no oficiales para Android e iOS, pero de nuevo eso obliga a confiar en distintos desarrolladores, con experiencias dispares y sin una línea clara de soporte centralizado, algo que a nivel corporativo suele ser un factor de descarte.

En organizaciones grandes, la falta de un sistema central de administración, reporting y soporte centralizado convierte a KeePass en una herramienta compleja de gestionar a escala, aunque puede seguir siendo práctica para usuarios individuales muy técnicos o entornos muy controlados.

Enpass: enfoque descentralizado y control sobre el lugar donde se guardan las bóvedas

Enpass parte de una idea distinta: ofrecer una experiencia tan completa y cómoda como los grandes gestores SaaS, pero sin obligarte a depender de la nube del proveedor. La bóveda siempre va cifrada y el usuario decide si se sincroniza o no, y en qué servicio se almacena.

Uno de sus puntos clave es que puede funcionar de manera totalmente local. Es decir, tu base de datos de contraseñas se queda en tu dispositivo, sin subir a ningún servidor externo, algo muy valorado por quienes priorizan la privacidad extrema. Aun así, si quieres sincronizar con el móvil u otros equipos, puedes enlazarla con servicios como Google Drive, OneDrive, Dropbox o soluciones empresariales como Microsoft 365 y Google Workspace.

Esto permite replicar el tipo de experiencia que muchos usuarios tienen con LastPass (editar una contraseña en el PC y verla enseguida en el móvil) pero sin que los datos pasen jamás por servidores de Enpass. En la práctica, tus bóvedas se guardan en un entorno que ya utilizas y administras, lo que encaja mejor con las políticas de seguridad y compliance de muchas empresas.

Enpass destaca también por su interfaz moderna y fácil de manejar. La aplicación permite organizar información muy variada, no solo usuarios y contraseñas: tarjetas bancarias, licencias, notas seguras, documentos de identidad, billetes de viaje y otros datos sensibles, con plantillas específicas para cada tipo.

En cuanto a funcionalidad pura, cubre sobradamente lo esperado de un gestor moderno: generador de contraseñas, auditoría de seguridad que detecta claves débiles, repetidas o potencialmente comprometidas, autorrellenado en navegadores y apps, soporte para 2FA y biometría, y compatibilidad con Passkeys.

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La organización interna es muy flexible. Puedes crear múltiples bóvedas para separar, por ejemplo, vida personal y trabajo, o distintos proyectos. También cuentas con etiquetas y categorías para filtrar rápido cientos de entradas, algo muy práctico cuando manejas un gran volumen de credenciales.

Para quienes vienen de LastPass o 1Password, el salto a Enpass suele ser suave. La curva de aprendizaje es corta y la sensación es de estar ante una herramienta igual de madura, pero con un grado superior de control sobre el almacenamiento de la información. Muchos usuarios destacan precisamente la tranquilidad que les da saber que su bóveda no reside en un servidor ajeno.

En el ámbito empresarial, Enpass Business aprovecha este enfoque descentralizado: las organizaciones pueden usar Microsoft 365 o Google Workspace como entorno de sincronización, manteniendo los datos dentro de su ecosistema corporativo. A cambio obtienen paneles de auditoría, políticas de seguridad, control de salud de contraseñas, monitorización de brechas y capacidad para forzar cambios o revocar accesos sin tener que montar servidores propios.

Todo esto les da un coste de infraestructura más controlado: la visibilidad y las herramientas de gestión de un SaaS, pero sin el coste de infraestructura de un self-hosted ni el riesgo de una brecha masiva en la nube del proveedor.

Comparando casos de uso: usuario individual frente a empresa

Para un usuario particular, la prioridad suele ser la combinación de comodidad, seguridad y precio. En ese escenario, LastPass brilla por su simplicidad, KeePass por su coste cero y su filosofía local, y Enpass por ofrecer un buen equilibrio entre control, multiplataforma y usabilidad.

Si ya usas Enpass y sincronizas con Google Drive, como hacen muchos, en la práctica tienes una experiencia muy parecida a la de LastPass, pero con la diferencia de que la bóveda está en tu propia cuenta de Google, no en el cloud del proveedor del gestor. Cambiar a KeePass podría darte aún más control, pero a costa de una experiencia mucho más manual, sobre todo en móviles y en el día a día.

En entornos corporativos, las prioridades cambian: aquí mandan la gobernanza, el cumplimiento normativo, la capacidad de aplicar políticas de forma centralizada y la gestión de riesgos. LastPass ofrece una solución muy completa en ese terreno, pero con las dudas recurrentes sobre la concentración de datos y el historial de incidentes.

KeePass, salvo en despliegues muy concretos y controlados, suele quedarse corto para grandes organizaciones porque no proporciona herramientas nativas de administración ni un modelo de sincronización y compartición maduro que permita trabajo en equipo seguro sin demasiados apaños.

Enpass apunta precisamente a ese hueco intermedio: proporciona a las empresas un abanico de funcionalidades de nivel empresarial (paneles, informes, políticas, control de adopción, monitorización de brechas) sin que el proveedor tenga que alojar la información sensible, aprovechando infraestructuras que la empresa ya utiliza como Microsoft 365 o Google Workspace.

En cuanto a costes, tanto LastPass como Enpass se sitúan en el rango de soluciones comerciales con planes escalables, mientras que KeePass se mantiene como alternativa sin licencia, ideal cuando el presupuesto es muy limitado pero se compensa con más esfuerzo técnico y menos comodidad.

En el fondo, la elección entre Enpass, LastPass y KeePass gira en torno a qué peso das a la usabilidad, la centralización, la soberanía de los datos y la complejidad técnica. Entender estas piezas te permite elegir con cabeza el gestor que mejor encaja con tu forma de trabajar, tanto si eres un usuario particular con pocos recursos como si gestionas la seguridad de una organización completa.

Todo este ecosistema de opciones confirma que ya no se trata solo de guardar contraseñas, sino de encontrar un equilibrio razonable entre practicidad diaria, cumplimiento, control de la información y seguridad real, y en ese terreno Enpass, LastPass y KeePass representan tres formas muy distintas de afrontar exactamente el mismo problema.

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