Robótica asiática: el nuevo eje mundial de la automatización

Última actualización: 7 de diciembre de 2025
  • Asia lidera la robótica industrial y humanoide con fuertes inversiones estatales, ecosistemas como el “Valle del Robot” y una rápida iteración tecnológica.
  • Japón integra robots en industria, sanidad, emergencias y hogares, mientras China acelera el despliegue masivo de humanoides como Walker S2 y plataformas educativas como Bumi.
  • La Edge AI y alianzas como Spingence–FSR, Hai Robotics–Körber o Geek+–Körber están rediseñando cadenas de suministro y logística, con especial impacto en Europa.

Robótica asiática

La robótica asiática se ha convertido en uno de los grandes motores tecnológicos del planeta, cambiando a toda velocidad la forma en la que producimos, consumimos y hasta nos relacionamos en el día a día. Desde los robots sociales que ya forman parte del paisaje urbano japonés hasta los humanoides chinos que empiezan a trabajar en fábricas, el mapa de poder de la tecnología está girando clara y decididamente hacia Oriente.

Esta transformación no solo va de máquinas más sofisticadas: detrás hay religiones, estrategias de Estado, cadenas de suministro gigantescas y filosofías muy distintas de innovación. Mientras Japón integra a los robots casi como un miembro más de la familia, China dispara el volumen y la velocidad de despliegue industrial, y Corea del Sur y Europa tratan de no perder el tren apostando por nichos concretos y por la integración de la inteligencia artificial en la automatización.

Japón: de los karakuri al Japón hiperrobotizado

En Japón, la robótica no es solo industria, es cultura y forma de vida. El país lleva décadas viendo a los robots como algo familiar y positivo, hasta el punto de que hoy los encontramos en comercios, hospitales, hogares, aeropuertos y espacios de ocio con una naturalidad que en otros lugares aún resulta chocante.

Buena parte de esta aceptación social se entiende a través del shintoísmo, una religión politeísta que atribuye alma y esencia a los objetos. Esta cosmovisión facilita que las personas perciban a los robots como compañeros, ayudantes o incluso seres con “espíritu”, en lugar de como simples máquinas frías. No es un detalle menor: esa visión ha allanado el camino para una integración masiva sin grandes resistencias culturales.

Los primeros pasos de esta historia se remontan a los autómatas karakuri, muñecos mecánicos y títeres sofisticados que se popularizaron durante el período Edo (1603-1868). Aquellos ingenios, que servían té o realizaban pequeños movimientos programados, se convirtieron en un fenómeno cultural y sentaron las bases simbólicas de la fascinación japonesa por los robots.

El salto hacia la robótica moderna llegó en 1928 con Gakutensoku, considerado el primer robot moderno japonés, creado por el biólogo e inventor Makoto Nishimura. Décadas después, Japón se colocó en la primera línea mundial con iconos como ASIMO, el humanoide de Honda presentado en 2000, cuya capacidad para caminar, subir escaleras o interactuar con su entorno cautivó a medio planeta.

En pleno siglo XXI, otro nombre volvió a marcar un antes y un después: Pepper, desarrollado por SoftBank Robotics en 2014. Este robot humanoide fue uno de los primeros diseñados explícitamente para reconocer emociones humanas y mantener conversaciones sencillas en espacios públicos y privados, acercando la robótica social a un público masivo.

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Con todos estos hitos, el gobierno japonés ha impulsado una política activa de “robotización del país”, buscando que los robots contribuyan tanto al crecimiento económico como a la calidad de vida. Una de las iniciativas más representativas son las zonas especiales centradas en el uso de robots, conocidas como Robotto tokku, como las implantadas en Fukuoka, donde se experimenta con soluciones avanzadas en entornos reales.

En el terreno económico, la robotización industrial japonesa se apoya sobre todo en sectores como automoción, electrónica y electrodomésticos. Los robots ayudan a paliar el grave problema de escasez de mano de obra derivado del envejecimiento de la población y, al mismo tiempo, elevan la calidad y homogeneidad del producto final, factores clave para mantener la competitividad exportadora del país.

La robótica también se ha hecho fuerte en el ámbito sanitario y asistencial, donde robots como RIBA ayudan en el cuidado de personas mayores y pacientes hospitalizados, facilitando tareas como levantar, trasladar o interactuar con enfermos de manera más segura y menos agotadora para el personal de enfermería. En un país con una de las poblaciones más envejecidas del mundo, esta línea es estratégica.

En situaciones de emergencia, Japón recurre a robots preparados para operar en entornos peligrosos, como terremotos, tsunamis o accidentes industriales. Estos sistemas pueden inspeccionar zonas inestables, manipular elementos en áreas contaminadas o colaborar en labores de rescate, reduciendo el riesgo para los equipos humanos.

La pandemia de COVID-19 aceleró aún más el despliegue robótico en Japón. Ante la necesidad de limitar el contacto físico, se multiplicaron los usos: robots en centros comerciales y aeropuertos que informan a los visitantes, sistemas que gestionan pagos electrónicos sin contacto, soluciones que toman la temperatura o analizan pertenencias, e incluso robots que actúan como interfaz en consultas médicas telemáticas.

En el hogar, la robótica japonesa también ha dado pasos muy visibles. Modelos como Pepper for Home ofrecen asistencia digital similar a asistentes de voz como Siri o Alexa, pero en un cuerpo humanoide capaz de moverse y mostrar lenguaje corporal. Además, se utilizan para juegos educativos con niños, actividades lúdicas y refuerzo del aprendizaje, algo que ha disparado el interés de familias y centros educativos.

El éxito comercial y mediático de estos modelos ha abierto la puerta a nuevos actores, como la empresa emergente Mira Robotics con su robot Ugo, de aspecto más amable y casi infantil, que incluso apareció en los Juegos Olímpicos. Estas propuestas buscan que la robótica doméstica resulte accesible, menos intimidante y más cercana al día a día.

Paralelamente, Japón ha desarrollado una potente línea de robots de entretenimiento, que no siempre buscan ser útiles pero sí formar parte de la vida cotidiana. El ejemplo más espectacular es el Gundam gigante de 18 metros, un coloso articulado que se ha convertido en icono del país y punto de peregrinación para fans de todo el mundo.

En un formato más doméstico, destacan AIBO, el perro robótico de Sony, y NAO, el humanoide de SoftBank, muy utilizado en educación y demostraciones interactivas. NAO combina lenguaje corporal, reconocimiento de voz y capacidades de programación para participar en tareas sencillas, coreografías, juegos educativos o pequeños desafíos deportivos, lo que lo hace extremadamente versátil en aulas y laboratorios.

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Todo este ecosistema ha hecho que, en Japón, los robots funcionen ya como un elemento cotidiano, con valor económico, social y cultural. Empresas y ciudadanos se han ido adaptando a convivir con estas máquinas, que pasan de ser herramientas puntuales a compañeros habituales en un país que ve en la robotización una vía real para sostener su bienestar y su competitividad futura.

China y el auge brutal de la robótica humanoide

Mientras Japón consolida un ecosistema maduro, China se ha lanzado a una carrera frenética por liderar la robótica humanoide, apoyada en una mezcla explosiva de inversión pública, ecosistemas industriales gigantescos y una filosofía muy agresiva de prueba y error a gran escala.

Un ejemplo muy mediático fue la difusión, por parte de la compañía china UBtech, de un vídeo con decenas de robots humanoides Walker S2 formando un “regimiento” perfectamente ordenado en el interior de un almacén. En las imágenes se veía a las máquinas girar la cabeza al unísono, alzar los brazos y marchar hacia contenedores de envío, en una escena que recordaba directamente a la película “Yo, Robot”.

La espectacularidad de las imágenes llegó tan lejos que Brett Adcock, fundador y CEO de la empresa estadounidense Figure, reaccionó en redes sociales poniendo en duda su autenticidad. Analizando los reflejos y la iluminación, Adcock sugirió que buena parte de los robots del vídeo podrían estar generados por ordenador, afirmando que el robot en primer plano parecía real mientras que el resto, por cómo reflejaban las luces, tendría pinta de CGI.

Ante el revuelo, UBtech respondió publicando un segundo vídeo grabado con un dron, con planos en primera persona y audio sin procesar, invitando a cualquiera a revisar las imágenes para comprobar que eran reales. Aun así, Adcock y otros expertos mantuvieron cierto escepticismo, lo que ilustra también la guerra de narrativa entre potencias robóticas.

Más allá de la polémica, lo relevante es que los robots Walker S2 ya se están desplegando en sectores industriales reales: líneas de montaje de automoción, fábricas inteligentes, centros logísticos y, cada vez más, instalaciones vinculadas a centros de datos de inteligencia artificial. UBtech ha anunciado que la producción en volumen se aceleró a mediados de noviembre y que los primeros lotes han empezado a llegar a socios industriales que buscan “manos” adicionales en sus cadenas de montaje.

Para la empresa, el envío del primer lote marca un punto de inflexión en el paso de los humanoides desde el prototipo al despliegue comercial. Según su propio discurso, “los Walker S2 ya están en manos de nuestros socios; el futuro de la automatización industrial está aquí, avancemos hacia la transformación”, subrayando esa sensación de estar cruzando una frontera histórica.

Uno de los factores que explica esta velocidad es la apuesta china por modelos abiertos y ciclos de desarrollo extremadamente cortos. En el terreno de la IA y en la robótica, muchas empresas chinas se apoyan en estrategias de “código abierto” o de fuerte compartición de componentes y diseños, lo que les permite pasar del diseño inicial a un prototipo funcional en unos seis meses, tiempos que habrían parecido una locura con la fabricación tradicional.

Además, se ha consolidado un auténtico “Valle del Robot” en el distrito de Nanshan, en Shenzhen. Allí se agrupan cientos de compañías dedicadas a la investigación, el diseño y la producción de sistemas robóticos, así como proveedores de componentes especializados, creando un ecosistema industrial casi completo en un único territorio. Esta concentración permite iterar rápido, compartir conocimiento y escalar producción con una agilidad fuera del alcance de otros polos tecnológicos.

La bajada de costes es otro elemento clave. En octubre, la compañía pekinesa Noetix Robotics anunció Bumi, un pequeño humanoide por debajo de los 10.000 yuanes (unos 1.200 euros), dirigido a aficionados, estudiantes y desarrolladores que quieran experimentar con programación robótica. Su fundador, Jiang Zheyuan, resumía la filosofía de forma muy clara: “toda tecnología nace cara y de bajo volumen antes de hacerse asequible y masiva; nuestro objetivo es que los robots de consumo lleguen al mayor número de personas lo antes posible”.

Esta mentalidad encaja con una estrategia de país centrada en la velocidad, la escala y la iteración continua. China está inundando fábricas, laboratorios y espacios públicos con robots todavía imperfectos, pero que mejoran rápido gracias al uso intensivo en escenarios reales, cerrando el ciclo de aprendizaje de forma mucho más acelerada que otros competidores.

Estados Unidos frente a China: dos filosofías opuestas

La pugna por dominar la robótica humanoide ha cristalizado en dos grandes formas de entender el desarrollo tecnológico. Por un lado, la aproximación china de “primero despliegas, luego perfeccionas”, basada en el volumen y la práctica real; por otro, el enfoque estadounidense de “construir primero la inteligencia y después el cuerpo”, más pausado y obsesionado con la precisión y la propiedad intelectual.

En el bloque estadounidense, uno de los ejemplos más simbólicos es la plataforma Habitat de Meta, un entorno de simulación masiva creado para entrenar agentes robóticos en tareas como el razonamiento espacial, la planificación de movimientos o la toma de decisiones en entornos domésticos complejos. No busca poner un robot mañana en la línea de producción, sino afinar durante años la “mente” que luego se transferirá a cuerpos físicos.

Las grandes empresas de robótica humanoide de Estados Unidos —Tesla con Optimus, Figure AI con sus modelos Figure, Agility Robotics con Digit o Boston Dynamics con su Atlas eléctrico— siguen mayoritariamente esa estrategia: prototipos avanzados en laboratorio, pruebas controladas y un paso más lento pero muy calculado hacia pilotos industriales. Prefieren sacrificar velocidad en el despliegue a cambio de mayor robustez y control en la tecnología de base.

Mientras tanto, en China se multiplican los actores: según Tan Min, director de marca de UBtech, hay alrededor de 200 startups chinas buscando su nicho en el ámbito de los humanoides. El propio Tan reconoce que China todavía va por detrás de Occidente en algunos componentes críticos, como ciertos tipos de servomotores, pero defiende que el país cuenta ya con los mayores equipos de I+D del mundo especializados en robótica humanoide, impulsados por una potente herencia de la industria de vehículos eléctricos.

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En esta perspectiva global, Hu Debo, CEO de Shanghai Kepler Robotics, sitúa a China y Estados Unidos en “el primer nivel” de la competición, con varios países europeos en posiciones posteriores. Hu subraya que su empresa fabrica ya el 80% de los componentes de sus robots y destaca la combinación de cadena de suministro robusta, diversidad de escenarios de uso y una velocidad de iteración asombrosa como el gran factor diferencial chino.

En este nuevo tablero tecnológico, Japón aparece sorprendentemente desdibujado, a pesar de su legado. Aunque sigue siendo una referencia en robótica industrial y social, muchos analistas lo ven ahora un paso por detrás en la carrera del humanoide polivalente de nueva generación. Rusia, por su parte, apenas cuenta en esta competición, más allá de episodios anecdóticos como la caída aparatosa de un robot humanoide durante una presentación pública.

Asia vs Europa: inversión en robótica e IA en la industria

El liderazgo asiático en robótica no se limita a Japón y China. Corea del Sur también ha apostado con fuerza por la robótica industrial y de servicios, y el conjunto de Asia está marcando el paso en inversión, despliegue y capacidad productiva. Europa, mientras tanto, avanza a otro ritmo y con prioridades distintas, lo que podría abrir una brecha tecnológica en los próximos años.

Según los últimos datos de la Federación Internacional de Robótica (IFR) sobre I+D en robótica, las grandes economías asiáticas —sobre todo China, Japón y Corea del Sur— están destinando presupuestos muy significativos a programas específicos con una fuerte orientación industrial y humanoide.

En 2023, China invirtió en torno a 90 millones de dólares en su programa de “robots inteligentes”, con un foco claro en manufactura avanzada, automatización de alto nivel y robots humanoides pensados para compartir espacio con trabajadores humanos en las fábricas.

En paralelo, Japón destinó más de 660 millones de dólares a proyectos de robótica enmarcados en su plan Moonshot, una hoja de ruta de largo alcance que persigue desarrollar tecnologías disruptivas capaces de transformar por completo la sociedad japonesa, incluyendo robots avanzados para trabajo, cuidado y vida cotidiana.

Corea del Sur, con su Plan Básico de Robots Inteligentes, invirtió 163 millones de dólares en 2023 y 128 millones en 2024, centrando sus esfuerzos en robótica para manufactura y servicios, así como en plataformas para nuevas generaciones de robots colaborativos e inteligentes.

Frente a este empuje concentrado, la Unión Europea ha optado por un enfoque más distribuido y transversal. En el marco de Horizon Europe, se han reservado unos 183,5 millones de dólares para 2023-2025 en proyectos que combinan automatización, inteligencia artificial, digitalización y robótica, con especial atención a sectores estratégicos como la salud, la agricultura o el transporte.

El planteamiento europeo da prioridad a la colaboración internacional, la regulación de tecnologías autónomas y la sostenibilidad, impulsando sobre todo la robótica colaborativa y soluciones que integran IA en procesos productivos existentes, más que grandes programas estatales de humanoides.

Sin embargo, la diferencia de escala es notable: Asia concentra más recursos directos y más alineación entre gobierno e industria en torno a objetivos robóticos concretos. A medio plazo, esta disparidad puede traducirse en una brecha de competitividad, con empresas asiáticas mejor posicionadas para dominar las futuras cadenas de suministro robóticas y de automatización avanzada.

Robótica asiática, Edge AI y nuevas cadenas de suministro globales

La expansión de la robótica asiática hacia Europa no se limita a importar robots: viene acompañada de nuevas arquitecturas de inteligencia artificial, como la Edge AI, que redefinen cómo y dónde se procesan los datos. Esto afecta de lleno a las cadenas de suministro, a la estructura de las fábricas y a la organización logística internacional.

Un ejemplo relevante es la alianza estratégica entre la startup taiwanesa Spingence, especializada en IA, y la japonesa ForceSeeded Robotics (FSR). El objetivo de esta colaboración es acelerar la transformación digital de la industria japonesa, combinando robótica avanzada con procesamiento de datos local para dar respuesta a los desafíos demográficos y de productividad del país.

Japón se enfrenta a una población envejecida y una creciente escasez de trabajadores cualificados, lo que hace prácticamente obligatorio sacar el máximo partido de la automatización. En este contexto, la llamada computación local o Edge Computing se ha convertido en una pieza clave: en lugar de enviar toda la información a la nube, se procesa en el propio dispositivo o muy cerca de donde se generan los datos.

Esta aproximación aporta ventajas claras: más velocidad de respuesta, menor latencia, mejor protección de datos sensibles y reducción de la dependencia de grandes centros de datos remotos. En sectores como la fabricación, la logística o la supervisión de infraestructura crítica, poder analizar información en tiempo real en la propia planta marca la diferencia.

Spingence aporta a la alianza sus capacidades en Edge AI, es decir, la ejecución de algoritmos de inteligencia artificial directamente en el borde de la red, sobre cámaras, sensores o controladores locales. FSR, por su parte, contribuye con su experiencia en robótica y automatización industrial japonesa. Juntas, pueden ofrecer soluciones integradas que combinan robots y análisis inteligente in situ adaptados a las necesidades específicas de las fábricas niponas.

Esta lógica se extiende más allá de Japón. Spingence ha lanzado nuevas divisiones y productos como Edgestar y Visionstar, buscando aplicar Edge AI en industrias muy diversas: desde la manufactura y la gestión urbana hasta el seguimiento del tráfico o la sanidad.

Edgestar apunta a ser una plataforma para desplegar modelos de IA en dispositivos edge, facilitando a las empresas la implementación, actualización y gestión de sus algoritmos directamente donde se producen los datos. Visionstar, por otro lado, se orienta a aplicaciones de visión por computador que permiten a los robots y sistemas inteligentes reconocer objetos, interpretar escenas, navegar por espacios dinámicos o realizar controles de calidad visuales de forma autónoma.

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En el ámbito de la gestión urbana, la Edge AI permite ciudades más inteligentes gracias a sensores y cámaras capaces de procesar información en tiempo real. Esto abre la puerta a sistemas que optimizan el consumo energético, mejoran la seguridad, monitorizan la calidad del aire o ajustan la intensidad del tráfico de forma adaptativa, sin necesidad de enviar continuamente grandes volúmenes de datos a la nube.

El mismo principio se aplica al monitoreo de tráfico en grandes urbes y corredores logísticos. Dispositivos edge con IA pueden analizar patrones de circulación, detectar incidentes, predecir atascos y coordinar semáforos, paneles informativos o desvíos de forma automática, incrementando tanto la eficiencia como la seguridad.

En el sector sanitario, la combinación de robótica y Edge AI permite monitorizar pacientes, analizar imágenes médicas y asistir en diagnósticos de manera más rápida y cercana al punto de atención. Sensores inteligentes instalados en el cuerpo o en habitaciones de hospital pueden observar parámetros vitales en tiempo real y disparar alertas ante cualquier anomalía, mientras que sistemas de visión asistida por IA ayudan a los médicos a interpretar escáneres y resonancias con mayor precisión.

Aplicada a robots quirúrgicos, de rehabilitación o de asistencia en residencias, esta inteligencia en el borde hace que las máquinas sean más autónomas, seguras y adaptables al contexto sin depender tanto de conexiones permanentes a grandes centros de datos.

Todo ello demuestra que la robótica asiática ya no es solo cuestión de fabricar brazos mecánicos o humanoides, sino de generar una infraestructura completa en la que robots, sensores y sistemas de IA colaboran a nivel local, transformando las cadenas de suministro, la logística y los servicios urbanos de forma profunda.

Expansión asiática hacia Europa: AMR, alianzas y logística del futuro

A medida que las tecnologías maduran, las empresas asiáticas de robótica miran cada vez más hacia Europa como mercado estratégico. Especialmente relevantes son los robots móviles autónomos (AMR) y otras soluciones de automatización de almacenes que están empezando a integrarse en la cadena de suministro europea.

Fabricantes chinos e indios como Addverb, Hai Robotics o Geek+ han intensificado su presencia en el continente, ofreciendo robots móviles para logística interna, preparación de pedidos y transporte de materiales en naves industriales. La lógica es clara: muchos países europeos arrastran problemas de escasez de mano de obra, aumento de costes salariales y necesidad de hacer más eficiente cada metro cuadrado de almacén.

Los AMR se han convertido en una herramienta especialmente atractiva para este tipo de retos. A diferencia de los sistemas de automatización fijos, los AMR pueden reorganizarse, ampliarse o reprogramarse con relativa facilidad, permitiendo a las empresas automatizar de forma gradual y flexible, adaptándose a picos de demanda o cambios en el catálogo de productos.

En este contexto destacan las alianzas entre grupos logísticos europeos y fabricantes de robótica asiática. Un caso ilustrativo es el de Körber, un grupo tecnológico global centrado en soluciones logísticas y de cadena de suministro, que ha establecido acuerdos estratégicos con Hai Robotics y Geek+ para robustecer su catálogo de automatización.

La colaboración con Hai Robotics se enfoca en integrar sus sistemas ACR (Autonomous Case-handling Robots) en la oferta de Körber. Estos robots se encargan de recoger contenedores o cajas individuales de estanterías y trasladarlos a estaciones de picking u otros puntos del almacén. El resultado es un almacenamiento muy denso y una preparación de pedidos mucho más rápida, especialmente valiosa en comercio electrónico y centros de cumplimiento con un gran volumen de referencias y pedidos urgentes.

Gracias a estos acuerdos, Körber puede combinar tecnología transportadora clásica con soluciones robóticas de última generación, diseñando para cada cliente una mezcla óptima entre automatización fija y robótica móvil según sus necesidades específicas. Para las empresas europeas, esto significa acceso a un abanico más amplio de soluciones sin tener que negociar por separado con cada fabricante asiático.

Por su parte, la alianza global con Geek+ tiene como objetivo abrir el acceso a su amplio portfolio de AMR a empresas de todo el mundo. Geek+ ha desarrollado robots especializados en diferentes tareas: desde pick and place hasta transporte de pallets o reorganización automática de estanterías, todos coordinados mediante software avanzado de gestión de flotas.

A través de Körber y otros integradores, estas tecnologías AMR chinas llegan con más facilidad a almacenes y fábricas europeas, donde se combinan con sistemas de gestión de almacén (WMS), plataformas de comercio electrónico y herramientas de planificación de rutas para crear cadenas de suministro mucho más ágiles y resilientes.

Este tipo de alianzas son un claro ejemplo de dinámicas “win-win”: los proveedores asiáticos amplían su huella global y acceden a clientes europeos que quizá no se acercarían directamente a un fabricante extranjero, mientras que los grupos logísticos europeos refuerzan sus soluciones tecnológicas sin tener que desarrollar desde cero sus propios robots.

En última instancia, el gran beneficiado es el cliente final de la cadena logística, que dispone de más opciones para automatizar su operación, reducir tiempos de entrega, mejorar la precisión en pedidos y adaptar su red logística a un entorno de demanda cada vez más volátil.

Con todos estos elementos sobre la mesa, la robótica asiática se está consolidando como un actor central en la transformación industrial y logística global: desde los templos tecnológicos de Japón a los humanoides de Shenzhen, pasando por las alianzas con integradores europeos y la implantación de Edge AI en todo tipo de entornos. El mapa mundial de la automatización se está reescribiendo a gran velocidad y, a día de hoy, gran parte de la tinta viene de Asia.