Por qué Microsoft no libera el código fuente de Windows XP

Última actualización: 24 de noviembre de 2025
  • XP comparte núcleo y módulos con Windows modernos, abrirlo expondría tecnologías y debilitaría la seguridad.
  • Barreras legales y de terceros (patentes, DRM, drivers, fuentes) impiden publicar el código sin enormes riesgos.
  • La filtración de 2020 fue real pero incompleta; aumentó la superficie de ataque para sistemas aún en uso.

Imagen sobre Windows XP y código fuente

Hay una pregunta que vuelve una y otra vez en foros y redes: ¿por qué Microsoft no libera el código fuente de Windows XP? La nostalgia por aquel sistema que marcó a toda una generación convive con el deseo de construir clones modernos, optimizados para hardware relativamente reciente, sin tener que recurrir a hacks ni a controladores imposibles. Y, además, sobrevuela el recuerdo de aquella gran filtración que lo puso todo patas arriba.

Lo cierto es que, aunque a muchos les parezca una jugada obvia e inocua, abrir XP no es tan sencillo. Hay motivos técnicos, legales, de ciberseguridad y de negocio que hacen que, a día de hoy, la idea sea inviable. Y por el camino conviene repasar qué pasó con el famoso leak del código, qué riesgos supuso, y qué puede hacer quien sigue atado a XP por pura necesidad.

La propuesta de la comunidad: XP abierto, ¿por qué no?

Entre los aficionados hay quien plantea algo tan directo como poner el código de XP en dominio público o bajo licencias como GPL. El argumento es seductor: un sistema derivado de XP, retro por fuera pero cómodo por dentro, con soporte fluido para máquinas de la franja 2012-2016 y drivers gráficos decentes, podría encontrar su nicho. Si existen proyectos como Haiku OS, dicen, ¿qué impide que surja un «XP libre» bien afinado?

A esta ilusión se suma la percepción de que no perjudicaría a Microsoft: la mayoría de usuarios generalistas no quiere software obsoleto, y menos si está “congelado” a propósito. XP es un veterano —más de dos décadas a sus espaldas— y apenas seguiría vivo en ciertos países o ámbitos muy concretos (se ha mencionado incluso el caso de Armenia). Hasta se habla de lanzar una petición para presionar a Redmond. Y se recuerda que la empresa publicó en su día código histórico como parte de MS-DOS.

El punto crítico de esa visión idealizada está en lo que se suele pasar por alto: el XP que echamos de menos comparte ADN con los Windows actuales, integra piezas con licencias de terceros, y forma parte de un ecosistema con obligaciones legales, de soporte y comerciales. No es un producto encapsulado que se pueda abrir sin consecuencias.

Conviene además distinguir entre “se filtró” y “se liberó”. Aunque parte del código de XP se ha difundido de forma no autorizada, eso no convierte su uso en legal ni habilita al mundo a crear derivados sin más; al contrario, desarrollar sobre esa base es, precisamente, lo que la ley prohíbe.

Ilustración sobre código abierto y Windows XP

Herencia de código y secretos industriales

Windows XP no es una isla. Comparte arquitectura, módulos y APIs con versiones posteriores como Windows 10, 11 y ediciones Server. Publicar su código expondría algoritmos, componentes internos y enfoques de ingeniería que siguen vigentes. Esa radiografía daría pistas a competidores… y también a atacantes, mermando la seguridad de plataformas actuales.

Esta continuidad técnica no es un capricho: la compatibilidad hacia atrás es un pilar del ecosistema Windows. Durante años, Microsoft ha mantenido capas y subsistemas heredados para que software antiguo siga funcionando. Abrir XP mostraría piezas que aún sustentan funciones o compatibilidades en equipos modernos, y que por diseño no deberían circular libremente.

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Tampoco hay que olvidar los “secretos de oficio”: decisiones de diseño, optimizaciones, soluciones a problemas históricos que conforman el core del sistema. Publicarlas no solo reduce la ventaja competitiva; devuelve a la comunidad información sensible que puede reinterpretarse para atacar elementos aún en producción.

Riesgos de seguridad en sistemas antiguos

Ciberseguridad: vulnerabilidades, filtraciones y ataques

Aunque la cuota de XP ronde cifras pequeñas, el porcentaje engaña: ese “menos del 1%” se traduce en millones de equipos. Y muchos no son ordenadores caseros. Todavía se encuentran cajeros automáticos, terminales de punto de venta, maquinaria industrial o equipos médicos con variantes de XP, especialmente ediciones Embedded como POSReady 2009, que tuvo soporte excepcional hasta 2019.

Cuando el código fuente se filtra, el escenario empeora: el atacante puede estudiar el sistema con lupa, encontrar fallos inéditos y explotarlos sin que exista ya un flujo oficial de parches (Microsoft finalizó el soporte de XP en 2014, con contadas excepciones de emergencia). Recordemos dos casos paradigmáticos que sí recibieron mitigación por su gravedad global: CVE-2017-0144, base del ransomware WannaCry, y CVE-2019-0708.

A todo esto se suma un problema práctico: la mayor parte de las soluciones de seguridad actuales no soportan XP. Incluso fabricantes que mantenían productos compatibles han ido retirando esas versiones por inviabilidad técnica. Esa brecha deja a organizaciones dependientes de XP sin cobertura moderna salvo que recurran a protecciones muy específicas para entornos embebidos.

¿Quiere decir que por ver el código se descubren automáticamente fallos en Windows 10? No exactamente. Las defensas en versiones recientes (DEP, ASLR y otras mitigaciones) elevan la barrera. Pero los solapamientos de código legado existen, y facilitan el trabajo de quien busca correlaciones. En XP previo a SP3, por ejemplo, era común transformar un desbordamiento de búfer en ejecución remota de código; hoy no es tan directo, pero los mapas del sistema ayudan a afinar vectores.

Licencias, patentes y componentes de terceros

Otro muro infranqueable es el legal. XP integra piezas con derechos de terceros: DRM, componentes de criptografía sujetos a normas de exportación, controladores, fuentes y módulos con contratos específicos. Liberar el conjunto chocaría con patentes, acuerdos internacionales y compromisos comerciales que Microsoft no puede romper sin enfrentarse a riesgos jurídicos enormes.

Incluso si la compañía quisiera abrir solo las partes “propias”, disgregar y auditar cada fragmento externo para reescribirlo o retirarlo sería un proceso titánico, caro y propenso a errores. Y al final seguiría quedando la cuestión de qué porción del corazón de Windows moderno se estaría desvelando por accidente.

Soporte, control y reputación

Supongamos por un momento que XP fuese libre. Aparecerían forks mantenidos por la comunidad y empresas, se instalarían en administraciones, industrias o banca… y, ante un incidente grave, ¿quién responde? Microsoft vería su marca asociada a fallos en derivados fuera de su control. Sin una cadena oficial de soporte y actualizaciones, la reputación del ecosistema podría resentirse.

Además, coordinar un árbol de parches abierto para un sistema tan complejo sería inmanejable sin liderazgo central. Cualquier decisión sobre seguridad o compatibilidad podría fragmentar el paisaje de “XP libres”, creando confusión para usuarios y desarrolladores.

Modelo de negocio y canibalización

La apertura de XP también chocaría con la estrategia comercial de Microsoft. Todavía existe software corporativo que depende de XP; si apareciese una versión comunitaria mantenida, esa disponibilidad frenaría migraciones a Windows 11 o futuras ediciones, y afectaría a ventas de licencias y servicios en la nube asociados a los sistemas modernos.

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En otras palabras, la compañía estaría compitiendo consigo misma: un XP libre se convertiría en una alternativa de bajo coste para organizaciones con presupuestos ajustados, complicando la transición hacia modelos de suscripción y administración centralizada que hoy representan gran parte del negocio.

Qué pasó con la gran filtración del código de XP

A finales de septiembre de 2020 saltó la liebre: apareció en 4chan un torrent de unos 43 GB con material histórico de Microsoft. Entre los elementos listados figuraban MS-DOS 3.30 y 6.0, Windows NT 3.5 y 4, Windows 2000, varias ramas de Windows CE (3, 4 y 5), Windows Embedded 7 y Embedded CE, además del núcleo de NT 5.x. Casi a la par circuló otro paquete de 2,97 GB, un ZIP atribuido directamente al código de Windows XP y Windows Server 2003.

Varios ingenieros —algunos vinculados a Microsoft— y expertos en seguridad analizaron los archivos y consideraron auténticos grandes fragmentos, si bien incompletos. Se comprobó que componentes como el kernel o Explorer podían compilarse y arrojar binarios idénticos a los comerciales, mientras que piezas clave como winlogon.exe y numerosos drivers faltaban en el conjunto, impidiendo reconstruir un sistema pleno sin sustituciones.

Quien firma como NTDEV llegó a montar instalaciones funcionales de Windows Server 2003 combinando fuentes filtradas con binarios faltantes. Sus vídeos acabaron retirados por reclamaciones de copyright de Microsoft, lo que muchos interpretaron como un indicio más de la legitimidad del material. También hubo confirmaciones públicas, como la del profesional de seguridad Greg Linares, que validaban la verosimilitud del leak.

El revuelo incluyó un ruido de fondo poco edificante: documentos conspiracionistas sobre Bill Gates aparecieron en el paquete, ajenos a cualquier interés técnico. Y, por supuesto, la difusión de material robado no convierte su uso en inocuo: más allá de la curiosidad histórica, descargar y estudiar ese código expone a riesgos legales y éticos, además de contribuir a la expansión de exploits.

  • Sistemas listados en el megatorrent: MS-DOS 3.30 y 6.0; Windows NT 3.5 y 4; Windows 2000; Windows CE 3, 4 y 5; Windows Embedded 7; Windows Embedded CE; NT 5.x.
  • Paquete adicional: ZIP de 2,97 GB atribuido a Windows XP y Windows Server 2003.

Cómo numera Microsoft sus Windows: de 5.x a 10.0

La filtración ayudó a refrescar una curiosidad histórica: la línea NT 5.x abarcó Windows 2000 (5.0), XP (5.1), XP 64-bit y Server 2003/2003 R2 (5.2). Con Vista llegó el salto a 6.0 y esa rama numérica se mantuvo de manera interna para Server 2008, Server 2012 e incluso para los comercialmente conocidos como Windows 7 y 8, pese a sus nombres.

El dichoso “Windows 9” nunca existió como producto final, y Windows 10 adoptó la versión 10.0 para sincronizar el nombre de marketing con el número interno. Del lado servidor, las ediciones 2016 y 2019 también figuran como 10.0. Esta continuidad confirma que partes del legado de XP pueden seguir vivas bajo capas modernas.

Si sigues con XP: medidas de contención realistas

Hay organizaciones que, por razones de compatibilidad con hardware o software crítico, no pueden abandonar XP de la noche a la mañana. En ese caso, la prioridad es reducir superficie de ataque. La primera recomendación es actualizar a lo más moderno viable (mínimo Windows 7 si no cabe un salto mayor), pero si no es posible, toca blindar.

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En entornos embebidos y terminales como cajeros o POS, soluciones específicas como Kaspersky Embedded Systems Security proporcionan controles adaptados a XP Embedded y familia, con gestión centralizada a través de Kaspersky Security Center. Son herramientas diseñadas para equipos con recursos limitados y funciones muy concretas.

  • Usa las últimas versiones compatibles de software que aún den soporte a XP; navegadores como Chrome dejaron de hacerlo en 2016 y Firefox en 2018.
  • Aplica listas blancas (Control de aplicaciones): permite solo los procesos imprescindibles y elimina programas innecesarios para reducir vectores.
  • Aísla de Internet siempre que sea posible; si el acceso es crítico, utiliza el navegador más actualizado disponible para XP.
  • Filtra tráfico con pasarelas web para bloquear solicitudes no deseadas (p. ej., Kaspersky Security for Internet Gateways).

Estas medidas no convierten XP en un sistema seguro “moderno”, pero pueden marcar la diferencia entre un incidente y un entorno controlado. La clave es asumir que no habrá parches regulares y actuar en consecuencia con segmentación de red, mínima exposición y monitorización.

¿Serviría una petición para abrir XP? ¿Y qué hay de proyectos tipo Haiku?

La idea de juntar firmas para que Microsoft libere XP suena bien en redes, pero ignora barreras técnicas y jurídicas reales. Incluso dejando a un lado las patentes y componentes de terceros, el coste de limpiar, auditar y publicar un código tan interdependiente con Windows moderno sería prohibitivo… y potencialmente peligroso para el propio ecosistema de la compañía.

Compararlo con Haiku OS tampoco es preciso. Haiku es una reimplementación libre de BeOS, no el código original de Be abierto al público. Ese matiz es crucial: reescribir desde cero evita conflictos de propiedad intelectual y permite evolucionar con independencia. Para un “XP libre”, la ruta más viable sería una reimplementación compatible a nivel binario o de API, un esfuerzo gigantesco que implicaría décadas-hombre y colaboración de fabricantes de hardware para drivers gráficos y soporte en equipos de 2012-2016.

Por tanto, más que esperar una liberación oficial, el camino pasa por migrar o segmentar, y para los entornos embebidos, apoyarse en soluciones de seguridad especializadas mientras se planifica el relevo tecnológico.

Mirando todo el cuadro, se entiende por qué Microsoft no abre XP: la herencia de código con Windows actuales, el riesgo de seguridad para millones de dispositivos, el entramado legal de terceros, el problema de soporte y la canibalización del negocio conforman un muro difícil de saltar. Y el episodio de la filtración de 2020, con torrents de 43 GB y un ZIP de 2,97 GB que incluía piezas de XP y Server 2003, refuerza una realidad incómoda: estudiar a fondo un sistema operativo tan extendido sin su permiso aumenta los riesgos para quienes aún lo usan y, por similitud, para plataformas modernas. Mientras tanto, a quienes siguen atados a XP por necesidad no les queda otra que reducir exposición, aplicar controles estrictos y acelerar planes de migración con cabeza.