Qué mirar al comprar una Smart TV y no equivocarte

Última actualización: 26 de noviembre de 2025
  • Define tu presupuesto y el tamaño adecuado según la distancia de visionado y el espacio disponible antes de elegir modelo.
  • Prioriza la combinación de resolución 4K, buena tecnología de pantalla (LED, QLED, QNED u OLED) y compatibilidad con HDR avanzado.
  • Revisa conectividad (HDMI 2.1, WiFi, puertos y salidas de audio) y el sistema operativo para asegurar buenas apps y futuro soporte.
  • Si vas a jugar o hacer streaming intensivo, busca altas frecuencias, funciones gaming (VRR, ALLM) y una red estable por cable o Wi-Fi 6.

Guía para comprar una Smart TV

Comprar una nueva televisión puede empezar como un plan ilusionante y acabar siendo un pequeño quebradero de cabeza. Entre tamaños, tecnologías de pantalla, formatos de imagen, conectividad o sistemas operativos, es fácil perderse entre siglas y números. Además, una Smart TV es un dispositivo pensado para durar muchos años, así que conviene tomarse un rato para entender bien qué estás comprando y no decidir solo por la oferta del momento.

La buena noticia es que, precisamente porque hay tantísimos modelos y gamas, es casi seguro que existe un televisor que encaja contigo. La clave está en analizar tu presupuesto, el espacio disponible, el uso real que le vas a dar y las funciones que son imprescindibles para ti. Si tienes claras estas ideas, resulta mucho más sencillo separar el ruido de lo importante y acertar al elegir una Smart TV, sin pagar de más ni quedarte corto en prestaciones.

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Cuánto gastar: rangos de presupuesto y qué esperar de cada uno

Antes de mirar catálogos, lo más sensato es fijar un techo de gasto y, sobre todo, relacionarlo con el uso que le vas a dar. No tiene sentido irte a un modelo tope de gama si apenas ves la tele un par de horas por la noche, igual que tampoco conviene racanear si eres muy cinéfilo o jugón. En general, definir un presupuesto realista te ayuda a filtrar modelos y a centrarte en lo que realmente aporta valor.

En el tramo de entre 300 y 600 euros encuentras teles muy dignas para el día a día. Por ejemplo, un modelo tipo Samsung TU55DU7105 de 55 pulgadas con panel Direct LED y resolución 4K cubre de sobra un salón medio, ofreciendo buena fiabilidad de marca y acceso a las principales apps de streaming. En este rango, lo mínimo exigible es resolución 4K, buena conectividad WiFi y un sistema Smart TV estable.

Si subes a la franja de 600 a 1.200 euros entras en el auténtico punto dulce entre prestaciones y precio. Aquí aparecen televisores como el LG QNED Evo 65QNED87A6B de 65 pulgadas, con tecnología QNED MiniLED y frecuencias de hasta 144 Hz, muy interesante para gaming avanzado y contenido deportivo. También podrías optar por un gigante como el Samsung TU75DU7105 de 75 pulgadas, pensado para salones grandes. En este escalón, ya puedes exigir mejor HDR, paneles más brillantes y sistemas operativos mucho más fluidos.

Por encima de los 1.200 euros entramos en territorio gama alta, un terreno que solo compensa si vas a exprimir la tele de verdad: cine en casa, videojuegos de nueva generación o si simplemente quieres imagen de referencia. Ejemplos como el LG OLED65C44LA, con panel OLED y 144 Hz, o el Sony XR-65A80L, con procesamiento de imagen muy avanzado, son apuestas seguras. En este segmento pagas por negros perfectos, procesadores de imagen muy potentes, HDMI 2.1 completo y gran soporte de formatos de imagen y sonido.

Incluso modelos más compactos como el Sony XR-48A90K tienen sentido en despachos o dormitorios premium, donde se busca calidad tope sin necesidad de muchas pulgadas. Al final, la gama alta destaca por su durabilidad y por mantener vigentes sus prestaciones durante muchos años, algo que puede justificar la inversión si eres exigente con la calidad audiovisual.

Aspectos a valorar al comprar Smart TV

Tamaño de pantalla y distancia de visionado

El tamaño es probablemente la primera decisión que vas a tomar, y no, no se trata solo de “cuantas más pulgadas mejor”. Hay que tener en cuenta la distancia al sofá, el mueble, la pared donde va a ir colgada y el tipo de contenido que sueles ver. De todos modos, casi todo el mundo acaba pensando que podría haber comprado una tele un poco más grande cuando el ojo se acostumbra al nuevo tamaño.

Como referencia rápida, con resolución 4K se suele recomendar situarse a unas 2,5-3 veces la diagonal de la pantalla. Es decir, para un televisor de 55 pulgadas, una distancia aproximada de 3 a 4 metros; para 43 pulgadas, entre 2,5 y 3 metros. Esta regla no es rígida, pero sirve de guía para que la imagen se vea nítida sin que empieces a notar los píxeles ni tengas que mover la cabeza de lado a lado.

También influyen mucho las dimensiones reales de tu salón o dormitorio. Televisores de 32 a 40 pulgadas suelen encajar bien en cocinas o habitaciones pequeñas, mientras que diagonales de 42 a 50 pulgadas, como un Hisense 50A6Q, se han convertido en el estándar en salones de tamaño medio. Si buscas algo más inmersivo sin pasarte con el tamaño, las 55-65 pulgadas suelen ser la opción favorita para quien quiere “sensación cine” sin que la tele se coma el salón.

Cuando hablamos de pantallas enormes, de 75 a 85 pulgadas o más (por ejemplo, un Hisense 85E7Q), ya hablamos de salones espaciosos y suficiente distancia de visionado. Aprovechar este tipo de tamaños sin agobios requiere varios metros de separación y un mueble o pared donde el televisor no quede encajonado. En estas diagonales, el contenido 4K es prácticamente obligatorio para mantener una buena nitidez.

También conviene tener en cuenta la altura de instalación. Lo ideal es que, sentado en el sofá, el centro de la pantalla quede aproximadamente a la altura de tus ojos o ligeramente por debajo. Así evitas tensiones en el cuello y consigues una experiencia más cómoda. En paredes muy altas, puede compensar usar soportes inclinables para orientar la pantalla hacia la zona de visionado.

Resolución y nitidez: HD, Full HD, 4K y 8K

Una vez decides las pulgadas, toca hablar de resolución. Hoy en día, la inmensa mayoría de teles de gama media y alta son 4K, pero aún hay modelos HD o Full HD, sobre todo en diagonales pequeñas. Aunque no existe una norma fija que asocie cada tamaño a una resolución concreta, sí hay ciertas tendencias claras: por debajo de 32 pulgadas es habitual ver HD o Full HD, y a partir de 43-50 pulgadas lo lógico es apostar como mínimo por 4K.

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La razón es sencilla: cuanto más grande es la pantalla, más se nota si la densidad de píxeles es baja. Una tele 4K reparte muchos más píxeles en esa misma superficie que una Full HD, por lo que la imagen se ve más fina y detallada, especialmente en planos generales. De ahí que en televisores grandes (por encima de 80 pulgadas) la resolución 4K u 8K tenga más sentido para evitar que la imagen se perciba “cuadriculada”.

Por supuesto, la resolución también influye en el precio. Un buen ejemplo lo tienes en la gama Xiaomi A: la versión de 32 pulgadas se queda en Full HD, mientras que los tamaños superiores saltan ya a 4K y, en consecuencia, el coste sube. Si tu presupuesto es ajustado, es mejor priorizar 4K en un tamaño algo menor que inflar pulgadas a costa de quedarte en Full HD en el salón principal.

En la gama muy alta empiezan a aparecer los modelos 8K, pero a día de hoy siguen siendo más una demostración tecnológica que una necesidad real, sobre todo por la escasez de contenido nativo. Muchos de estos televisores recurren a algoritmos avanzados de escalado con inteligencia artificial para mejorar contenidos HD o 4K y acercarlos a esa resolución. En la práctica, para la mayoría de usuarios un buen 4K con buen procesado de imagen es más que suficiente durante muchos años.

Tecnología de pantalla: LED, QLED, QNED, MiniLED y OLED

Más allá de la resolución, el tipo de panel marca gran parte de la experiencia de imagen: brillo, contraste, negros y fidelidad de color. Hoy en día conviven varias tecnologías que a veces se solapan en marketing, pero que conviene distinguir. En lo más básico están los paneles LED, seguidos por evoluciones como QLED o QNED, y en la gama alta aparecen OLED y variantes como Neo QLED o MiniLED. Entender qué ofrece cada una te permite pagar justo por lo que necesitas.

Los televisores LED clásicos utilizan paneles LCD con retroiluminación LED. Su gran ventaja es la relación calidad-precio y la eficiencia energética: modelos como el LG 75UT91006LA ofrecen colores vivos, buen brillo y bajo consumo, siendo ideales para quienes buscan una tele grande sin demasiadas complicaciones. Eso sí, en escenas muy oscuras su contraste no llega al nivel de las tecnologías más avanzadas.

Los QLED (o QLED Pro en algunos modelos de TCL) utilizan puntos cuánticos para ampliar el volumen de color y mejorar el brillo máximo. Esto les va de maravilla en salones con mucha luz natural, ya que la imagen sigue viéndose contundente aunque entre el sol por la ventana. Ejemplos como la TCL 55T7B o la Hisense 85E7NQ muestran muy buenos colores y brillo a precios competitivos. En paralelo, LG ofrece su propia variante, QNED, que combina puntos cuánticos con mejoras en iluminación, sobre todo cuando va asociada a MiniLED. Estas tecnologías son una excelente opción intermedia entre LED básico y OLED.

En la cúspide está OLED, con píxeles que se encienden y apagan de forma independiente sin necesidad de retroiluminación. Esto permite negros prácticamente perfectos y un contraste espectacular, ideal para cine en casa y juegos. Modelos como el LG OLED48C44LA, el LG OLED66C44LA o el Sony XR-48A90K son referencias en este terreno. Además, muchas de estas teles ofrecen altas frecuencias de refresco (120 o 144 Hz), por lo que se convierten en pantallas sobresalientes para consolas de nueva generación.

También hay soluciones híbridas como Neo QLED o MiniLED, que mejoran el control de la iluminación trasera mediante miles de zonas diminutas. No llegan al negro absoluto del OLED, pero logran niveles de brillo muy altos y menor riesgo de retenciones, algo que algunos usuarios valoran. En todos los casos, cuanto más avanzada sea la tecnología de panel, más sube el precio, pero también la calidad global de la imagen.

Formatos de imagen HDR y sonido envolvente

Una vez que tienes claro panel y resolución, el siguiente ingrediente crítico son los formatos de imagen y audio compatibles. En el terreno de la imagen, hoy casi es obligatorio que la tele soporte algún tipo de HDR (alto rango dinámico), que mejora mucho el contraste y el color en películas y juegos. Como mínimo, conviene buscar compatibilidad con HDR básico y, a ser posible, con estándares extendidos como HDR10+ y Dolby Vision.

Dolby Vision, por ejemplo, utiliza metadatos dinámicos que ajustan la imagen escena a escena, logrando resultados muy vistosos en contenido compatible de plataformas como Netflix o Disney+. También HDR10+ ofrece una lógica similar. Muchos modelos de gama media y alta ya lo incluyen de serie; un ejemplo claro es la Hisense 55E7NQ, que además combina este soporte con tecnologías avanzadas de sonido. Cuanto más completo sea el soporte HDR, mejor podrás exprimir el contenido moderno.

En cuanto al audio, casi todos los fabricantes siguen un patrón parecido: altavoces internos que cumplen para salir del paso, pero que rara vez impresionan. La potencia bruta no debería obsesionarte, porque siempre puedes añadir una barra de sonido más adelante. Lo realmente relevante es la compatibilidad con formatos envolventes como Dolby Atmos o DTS:X. Estos sistemas permiten un audio más tridimensional, sobre todo cuando se combinan con un equipo externo adecuado.

Para sacar el máximo partido a estos formatos, lo ideal es que el televisor cuente con salida HDMI eARC, de manera que pueda enviar audio sin comprimir a una barra o receptor AV. Muchos modelos recientes incorporan además modos de sonido específicos para cine, deporte o videojuegos que ajustan la escena sonora en tiempo real. De nuevo, lo importante es que la tele no limite tu sistema de audio si en el futuro decides mejorarlo.

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Conectividad, puertos y red: el televisor como centro multimedia

La conectividad es otro pilar esencial, sobre todo si piensas enchufar consolas, barras de sonido, reproductores Blu-ray o sticks de streaming. En la parte trasera o lateral encontrarás una combinación de HDMI, USB, Ethernet y salidas de audio; conocer los tipos de puertos te ayudará a planificar mejor las conexiones. En líneas generales, lo recomendable es que el televisor ofrezca al menos tres puertos HDMI para no quedarte corto a medio plazo.

Si vas a conectar una PS5 o Xbox Series X, es más que deseable contar con al menos un puerto HDMI 2.1 completo, que permita 4K a 120 Hz, VRR y ALLM. Modelos como el LG OLED66C44LA o el Sony K-77XR80 destacan precisamente por este enfoque hacia el gaming. Además, una buena conectividad USB te vendrá bien para discos duros, memorias o incluso adaptadores externos. Cuantos más puertos y más modernos, más flexible será tu configuración.

En lo que respecta a la conexión a Internet, puedes optar por cable Ethernet o WiFi. Si el router queda cerca, el cable sigue siendo la opción más estable para streaming en 4K y juegos en la nube. Si no, asegúrate de que tu tele tenga WiFi integrado y, a poder ser, compatibilidad con estándares recientes como Wi-Fi 6 o 6E, que ofrecen mayor velocidad y menos interferencias. Algunos modelos antiguos requerían adaptadores WiFi USB, pero hoy la mayoría ya lo integran de serie.

Una función interesante que incorporan ciertos fabricantes es WiFi Direct, que permite enlazar el televisor directamente con el móvil o la tablet sin pasar por el router. Esto facilita compartir pantalla o enviar contenido al vuelo. Lo único que necesitas es que tanto tele como dispositivo móvil sean compatibles. Este tipo de conexiones punto a punto simplifican mucho el mirroring desde el smartphone.

No olvides revisar también salidas digitales de audio (óptica, HDMI ARC/eARC) y la presencia de Bluetooth, clave para usar auriculares inalámbricos o barras de sonido sin cables. En definitiva, la conectividad marca hasta qué punto tu Smart TV puede convertirse en el verdadero núcleo multimedia de la casa.

Funciones inteligentes, sistema operativo e integración con el móvil

Uno de los rasgos que definen a una Smart TV frente a una tele convencional es su sistema operativo. Cada marca apuesta por su propia plataforma: LG con webOS, Samsung con Tizen, Sony con Google TV/Android TV, Toshiba con Fire TV, etc. Esta capa es la que determina qué aplicaciones puedes instalar, cómo se organizan los menús y lo ágil que se siente todo. Elegir un sistema operativo cómodo y fluido marca la diferencia en el uso diario.

Si ya estás muy metido en el ecosistema Apple, conviene buscar modelos con AirPlay integrado y buena compatibilidad con iPhone y iPad. Samsung y LG, por ejemplo, ofrecen integración bastante pulida con dispositivos de la manzana. En cambio, si usas sobre todo Android, una tele con Google TV o Android TV te dará integración nativa con Chromecast y control desde el móvil. La experiencia de casting y control remoto mejora mucho cuando el ecosistema está bien alineado.

Las Smart TV de última generación también integran asistentes de voz como Alexa, Google Assistant o Bixby, y en el horizonte cercano empiezan a llegar soluciones basadas en inteligencia artificial aún más potentes, como Microsoft Copilot. Estos asistentes permiten cambiar de canal, abrir apps o consultar información sin tocar el mando, y algunos modelos incluso usan la IA para analizar tus hábitos de visionado y sugerir contenidos. La tele no solo muestra contenido: aprende de lo que ves para proponerte algo nuevo que encaje contigo.

Además, muchos televisores ya actúan como centro de control del hogar inteligente, con compatibilidad integrada con estándares como Zigbee, Z-Wave o Matter. Esto quiere decir que puedes gestionar luces, enchufes, cámaras o sensores directamente desde la interfaz de la tele o mediante comandos de voz. En la práctica, el televisor se convierte en una especie de panel de control gigante para todos los dispositivos conectados de casa.

Otro detalle práctico: el mando a distancia. Los sistemas Smart son cada vez más completos, y manejar todos sus menús con un mando clásico puede ser un poco tedioso. De ahí que muchas teles incluyan mandos avanzados con micrófono, panel táctil, puntero o integración con apps móviles que permiten usar el smartphone como mando o teclado. Contar con un buen sistema de control hace que interactuar con la Smart TV no sea una pesadilla.

Gaming, streaming avanzado y juegos en la nube

Si te gusta jugar, la tele deja de ser solo un “aparato para ver series” y se convierte en una pantalla de juego donde la latencia, la fluidez y el soporte de funciones específicas importan. Los modelos pensados para gaming suelen ofrecer frecuencias de refresco de 120 o 144 Hz, HDMI 2.1, VRR (frecuencia de refresco variable) y ALLM (modo baja latencia automática). Estas siglas se traducen en menos tirones, menos retardos y una experiencia muy cercana a la de un monitor gaming de gama alta.

Televisores como el LG QNED Evo 65QNED87A6B o el LG OLED65C44LA son especialmente atractivos para usuarios de PS5 o Xbox Series X, ya que permiten exprimir modos de 4K a 120 Hz. Del lado de Sony, modelos como el K-77XR80 o el KD-75X85L también incluyen muchos de estos extras de juego. Algunos incluso traen paneles específicos donde puedes ajustar rápidamente parámetros de latencia, brillo o mapeado de HDR para juegos. Si el gaming es prioritario, conviene revisar bien estas funciones en la ficha técnica.

Por otro lado, los servicios de juegos en la nube han dado un salto importante. Plataformas como Xbox Cloud Gaming o NVIDIA GeForce Now ya pueden funcionar directamente en muchas Smart TV, sin necesidad de consola física, solo con un mando compatible y buena conexión. Aquí entran de lleno las ventajas de Wi-Fi 6/6E y las conexiones por cable, ya que la estabilidad de la red es crucial para evitar cortes y reducir el temido “buffering” en mitad de la partida.

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En el apartado de streaming tradicional (Netflix, Prime Video, HBO Max, Disney+, etc.), casi cualquier Smart TV actual cubre lo básico, pero las gamas medias y altas aportan procesadores más capaces, interfaces más rápidas y mejor escalado de contenidos HD a 4K. Muchos modelos usan algoritmos de IA para limpiar ruido, mejorar nitidez y ajustar el color en tiempo real. Esto hace que incluso contenido antiguo o en baja resolución se vea bastante más aparente en una tele grande.

Al final, tanto para juegos como para streaming intenso, la combinación ideal pasa por un buen panel (QLED, QNED u OLED), HDMI 2.1, red estable y un procesador de imagen competente. De esta forma, tu Smart TV queda preparada para todo lo que venga en los próximos años, desde nuevos servicios hasta contenidos cada vez más pesados en resolución y tasa de bits.

Conectividad física, accesorios y formas de control

Además de lo que viene integrado, hay pequeños detalles y accesorios que conviene revisar para redondear la experiencia. En el terreno de las conexiones físicas, ya hemos mencionado la importancia de disponer de suficientes HDMI, pero también resulta interesante fijarse en la ubicación de los puertos si piensas colgar la tele en la pared. Un panel trasero bien organizado y accesible facilita mucho la vida cuando quieres añadir o cambiar dispositivos.

En algunos modelos de años anteriores, la conexión WiFi no iba integrada y hacía falta conectar un adaptador USB específico para habilitarla; hoy esto es menos frecuente, pero siempre merece la pena comprobarlo si buscas una tele barata. Lo mismo ocurre con accesorios como webcams para videollamadas (Skype u otras plataformas): muchos televisores pueden usarlas, pero no las incluyen de serie. Si planeas hacer videollamadas desde el salón, valora si prefieres que la cámara venga integrada o comprar una compatible aparte.

Otra pieza clave es el mando a distancia adicional o los métodos alternativos de control. Algunos fabricantes ofrecen un segundo mando más sencillo, otros integran control gestual, y casi todos permiten manejar la tele desde una app para smartphone. Esto agiliza mucho tareas como introducir contraseñas o buscar títulos, donde el mando tradicional se queda corto. Tener varias formas de control hace que la Smart TV sea más accesible para toda la familia.

Si te preocupa el consumo eléctrico, puedes estar relativamente tranquilo: las teles modernas, especialmente las LED y QLED, consumen bastante menos que los antiguos plasmas o los primeros LCD. Un televisor de entre 32 y 55 pulgadas suele moverse entre 30 y 90 vatios en uso normal. Dependiendo del precio de la luz, ver la tele unas cuatro horas al día suele suponer un coste mensual muy contenido, a menudo por debajo de los dos euros.

Eso sí, factores como el brillo de la pantalla, el tamaño o el uso de ciertas funciones influyen en el gasto. Muchos modelos incluyen un “Modo Eco” o similares que ajustan el brillo automáticamente según la luz ambiente. Además, dejar la tele en standby también consume algo, aunque suele ser muy poco. Si quieres apurar al máximo el ahorro, activar los modos de eficiencia y apagar por completo el televisor cuando no lo uses son gestos que suman.

Diseño, tipo de pantalla y marcas recomendadas

El diseño también cuenta, especialmente si la tele va a presidir el salón. Aquí entran en juego cuestiones como el grosor del marco, la peana, el color y el tipo de pantalla. Durante un tiempo se popularizaron las pantallas curvas, con el reclamo de una mayor sensación de inmersión y profundidad. Sin embargo, las pantallas planas siguen siendo mayoría porque se integran mejor, sufren menos reflejos y suelen ofrecer un ángulo de visión más práctico para varias personas.

En cuanto a marcas, Samsung, LG y Sony siguen siendo valores seguros: buena calidad de imagen, sistemas operativos maduros y soporte razonable a nivel de actualizaciones. Samsung destaca con sus QLED y su ecosistema SmartThings; LG es referencia en OLED y en la fluidez de webOS; y Sony suele ir un paso por delante en procesado de imagen, aunque a veces a un precio algo más alto. Si priorizas garantías y servicio técnico, estas tres marcas son apuestas muy sólidas.

Junto a ellas, fabricantes como Hisense y TCL han ganado muchísimo terreno ofreciendo tecnologías similares (QLED, grandes diagonales, soporte HDR completo) a precios más ajustados. Modelos como el Hisense 50E77Q o el TCL 65P6K muestran que es posible tener una gran experiencia 4K sin disparar el presupuesto. Estas marcas son especialmente interesantes si buscas el máximo tamaño y prestaciones por cada euro invertido.

Respecto al calendario de compra, hay momentos del año especialmente propicios. El Black Friday suele concentrar los mayores descuentos, seguido de las rebajas de enero. También hay buenas oportunidades a finales de verano y principios de otoño, cuando las tiendas liquidan modelos del año anterior para hacer hueco a las nuevas gamas. Si puedes esperar a estas fechas, es fácil encontrar verdaderos chollos en teles que siguen siendo plenamente actuales.

Mirando todo el conjunto —presupuesto, tamaño, tecnología de panel, formatos HDR y de audio, conectividad, sistema operativo e integración con tu ecosistema de dispositivos—, es posible afinar mucho la búsqueda y quedarte con unos pocos modelos bien ajustados a lo que necesitas. Aunque la oferta pueda parecer abrumadora al principio, cuando ordenas tus prioridades y sabes qué mirar al comprar una Smart TV, la elección se vuelve bastante más sencilla y terminas con un televisor que te acompaña muchos años sin quedarse corto ni pasarse de largo.