- Brave prioriza la privacidad y el rendimiento, con bloqueadores avanzados y protecciones agresivas activadas por defecto.
- Vivaldi apuesta por la personalización extrema y numerosas herramientas integradas, a cambio de un ligero aumento en el consumo de recursos.
- Ambos ofrecen opciones de VPN, pero Brave integra un servicio de pago más potente y Vivaldi facilita el acceso a Proton VPN con modalidad gratuita.
- Los dos superan a los navegadores masivos en privacidad, pero Brave suele considerarse más blindado mientras Vivaldi destaca por su versatilidad y productividad.

Si llevas años tirando de Chrome sin pensarlo demasiado y de repente te ha entrado la paranoia sana de la privacidad, la seguridad y el rendimiento, no eres el único. Mucha gente está descubriendo ahora que el navegador de Google es, en la práctica, una enorme máquina de recoger datos con forma de app para navegar.
En ese momento empiezan a aparecer nombres como Brave, Vivaldi, Firefox, Tor o incluso navegadores con VPN integrada, y el lío es considerable. Entre todas esas opciones, Brave y Vivaldi destacan como alternativas muy serias para quien quiere escapar del ecosistema Google sin renunciar a velocidad, comodidad y funciones avanzadas.
Tanto Brave como Vivaldi se han ganado un hueco entre los usuarios que buscan más control sobre sus datos y menos rastreo publicitario. Los dos están basados en Chromium, así que resultan familiares si vienes de Chrome, pero su filosofía se aleja bastante del navegador de Google.
Por un lado, Brave pone toda la carne en el asador de la privacidad por defecto y el rendimiento. Nada más instalarlo, ya viene con bloqueadores de anuncios, protección frente a rastreadores, cookies de terceros y huella digital del navegador (fingerprinting) activados sin que tengas que tocar nada. Su idea es clara: abrir, navegar y que nadie pueda seguirte el rastro con facilidad.
Vivaldi, en cambio, también se toma muy en serio la privacidad, pero juega otra liga: la de la personalización extrema y las herramientas integradas. El navegador es casi un “cajón de sastre” donde puedes ajustar hasta el último detalle visual y funcional, organizar pestañas a tu gusto, usar paneles laterales, dividir la pantalla y aprovechar funciones que en otros navegadores dependen de extensiones.
Elegir entre Brave y Vivaldi pasa por decidir si prefieres un navegador que lo hace casi todo por ti a nivel de bloqueo y seguridad desde el minuto uno, o si quieres un entorno de trabajo hiperconfigurable, lleno de funciones, aunque con algo más de consumo de recursos.
Rendimiento y consumo de recursos: velocidad frente a complejidad
Uno de los grandes motivos para dejar Chrome es que con el tiempo se convierte en un tragón de memoria RAM. En este punto, Brave suele salir mejor parado en la comparativa con Vivaldi, especialmente en equipos de gama media o algo antiguos.
Brave bloquea desde el principio una gran cantidad de scripts, rastreadores y anuncios invasivos. Esto no solo mejora la privacidad, sino que reduce la carga de trabajo del navegador y acelera la apertura de páginas. Menos elementos que cargar significa webs más ligeras, lo que se nota sobre todo en sitios cargados de publicidad o con muchos recursos de terceros.
Ese enfoque minimalista también se refleja en la interfaz. Brave apuesta por un diseño muy limpio y cercano a Chrome, de modo que la curva de adaptación es prácticamente nula para quien viene del navegador de Google. Menos adornos, menos paneles, menos capas extra encima de Chromium.
Vivaldi, por su parte, carga con el peso de todo lo que ofrece. La cantidad de opciones de personalización, los paneles laterales, las vistas divididas, el cliente de correo integrado, el calendario, las notas y el resto de herramientas de productividad hacen que el navegador consuma algo más de memoria y CPU que Brave. Aun así, se mantiene claramente por debajo del consumo típico de Chrome en muchos escenarios.
Esto significa que, si tu prioridad absoluta es la ligereza y tener un navegador que vuele incluso en un portátil modesto, Brave suele ser una apuesta más eficiente. Si en cambio usas un equipo con recursos de sobra y te encanta tenerlo todo dentro del navegador, es posible que el extra de consumo de Vivaldi no sea un problema.
Bloqueo de anuncios, rastreadores y protección frente a huella digital
En el terreno de la privacidad activa, la gran diferencia está en el nivel de protección que trae cada navegador nada más instalarlo. Brave se configura desde fábrica para ser muy agresivo bloqueando publicidad y rastreadores, mientras que Vivaldi ofrece una solución más básica que en ocasiones requiere ajustes manuales.
Brave integra su sistema de protección “Shields”, que se encarga de bloquear anuncios, cookies de terceros, scripts de rastreo y técnicas avanzadas de seguimiento basadas en la huella digital del navegador. Esta protección viene activada por defecto para todas las webs, y puedes ajustar el nivel de bloqueo sitio a sitio si algo deja de funcionar.
El resultado práctico es que, sin instalar extensiones, puedes navegar con muy poca publicidad visible, menos rastreo y menos scripts ejecutándose en segundo plano. Además, Brave permite abrir pestañas con modo Tor integrado, añadiendo una capa de anonimato extra dentro del propio navegador, aunque con la penalización típica de velocidad que implica Tor.
Vivaldi también incluye un bloqueador de anuncios y rastreadores, pero en bastantes casos necesitarás revisar la configuración para exprimirlo de verdad. Por defecto protege frente a lo más evidente, pero muchos usuarios comentan que no es tan contundente como Brave, especialmente en plataformas como YouTube y en webs con publicidad muy agresiva.
En materia de rastreo, Vivaldi se posiciona como un navegador que no recopila datos de los usuarios ni vende su información, y ofrece modos de navegación privada mejorados que borran cookies y datos de sesión. Sin embargo, algunos usuarios avanzados lo miran con más lupa por usar servicios como Google DNS en determinadas configuraciones, lo que genera cierta desconfianza entre quienes quieren minimizar al máximo cualquier vínculo con Google.
VPN y extras de seguridad: Brave Firewall + VPN vs integración con Proton
Otro terreno donde Brave y Vivaldi se diferencian es en la parte de VPN y privacidad de red. Ambos pueden ayudarte a cifrar el tráfico y ocultar parcialmente tu IP, pero lo hacen de forma distinta y con modelos de negocio diferentes.
Brave ofrece un servicio de Firewall + VPN de pago integrado en el propio navegador. Esta solución permite proteger la conexión en hasta 10 dispositivos a la vez, aplicando cifrado robusto y filtrando tráfico no deseado. Es una herramienta pensada para quien quiere algo más que un simple proxy de navegador y está dispuesto a pagar una cuota mensual aproximada al rango de 9,99 dólares.
La ventaja de este planteamiento es que, si te mueves mucho entre varios dispositivos (móvil, portátil, sobremesa, tablet), puedes usar la misma suscripción y mantener una política de seguridad coherente. El inconveniente está claro: si no quieres pagar, no vas a disfrutar de esta capa extra.
Vivaldi, por su lado, se apoya en una colaboración con Proton VPN. En su versión básica, puedes usar Proton de forma gratuita sin límites de datos, lo que es muy atractivo para quien no quiere gastar dinero. La contrapartida es que, con la modalidad gratuita, la ubicación de la IP es aleatoria y no puedes elegir país concreto.
Si necesitas un control más fino, con selección manual de ubicaciones y funciones avanzadas, Proton ofrece planes de pago que rondan los 7 euros mensuales en su modalidad estándar. De esta forma, Vivaldi pone fácil el acceso a una VPN fiable sin obligarte a pagar desde el minuto uno, pero las funciones premium siguen depending de una suscripción aparte.
Privacidad general y filosofía de datos
Más allá de bloqueadores y VPN, hay que mirar la filosofía de cada navegador respecto a tus datos. Brave se presenta abiertamente como un navegador con la privacidad como pilar central del proyecto. Es de código abierto, construye su propio motor de búsqueda centrado en no rastrear al usuario y se ha esforzado en bloquear huellas digitales, redirecciones sospechosas y cookies invasivas.
Brave también ha sido objeto de críticas en el pasado por decisiones polémicas, como temas relacionados con su sistema de recompensas en criptomonedas o redirecciones de enlaces de afiliados. Estos episodios generaron cierta desconfianza en parte de la comunidad, aunque el proyecto ha ido corrigiendo el rumbo y manteniendo una postura muy combativa frente al rastreo masivo habitual en la web.
Vivaldi, por su parte, nace de antiguos responsables de Opera y se plantea como un navegador europeo muy centrado en el respeto al usuario. La empresa insiste en que no recopila datos personales identificables, no construye perfiles de usuario para anunciantes y permite configurar fácilmente la eliminación de cookies y datos de sesión.
En el terreno de la seguridad pura, Vivaldi ofrece protección contra phishing indirecto, anti-rastreo y varias protecciones anti-seguimiento integradas. No obstante, al estar basado en Chromium y apoyarse en ciertos servicios externos como DNS de Google en algunos casos, hay usuarios muy celosos de la privacidad que lo ven un peldaño por debajo de soluciones más radicales como Brave, Tor o navegadores especializados como los centrados exclusivamente en proteger al máximo el anonimato.
Si ponemos el foco solo en la privacidad bruta, con todos los escudos levantados de serie y sin apenas toquetear nada, Brave suele considerarse más “blindado” que Vivaldi. Pero si hablamos de un equilibrio entre privacidad razonablemente alta, usabilidad y un montón de herramientas útiles integradas, Vivaldi ofrece un paquete muy atractivo.
Personalización, diseño y productividad integrada
En el apartado de interfaz y personalización, Vivaldi juega prácticamente solo. Este navegador está pensado para quienes quieren moldear cada rincón de la ventana y convertir el navegador en su “centro de mando” digital.
Vivaldi permite cambiar la posición de las pestañas (arriba, abajo, a los lados), personalizar colores, temas y fondos, ajustar la apariencia de las barras, reorganizar botones, crear atajos y comandos personalizados y usar paneles laterales para tener a mano webs, apps web, redes sociales o herramientas internas.
Una de sus funciones clave es la posibilidad de dividir la pantalla en varias vistas dentro del propio navegador, de modo que puedes ver dos o más sitios simultáneamente sin depender de la organización de ventanas del sistema operativo. Para quien trabaja comparando información o manejando dashboards, es una delicia.
A esto se suman herramientas de productividad integradas como un cliente de correo electrónico completo, sistema de notas con sincronización, capturas de pantalla desde el propio navegador, lector de feeds y un calendario integrado. Muchas cosas que en otros navegadores requieren un buen puñado de extensiones, aquí vienen de serie.
Brave, en cambio, apuesta por una interfaz mucho más sencilla y familiar. Su filosofía es que el navegador no estorbe y no se convierta en un monstruo cargado de botones. Sí, puedes instalar extensiones de Chrome si necesitas funciones específicas, pero el enfoque principal es un navegador rápido, simple y centrado en la protección.
Compatibilidad, extensiones y ecosistema
Tanto Brave como Vivaldi comparten una base común: están construidos sobre Chromium. Esto significa que las extensiones diseñadas para Google Chrome son compatibles con ambos navegadores, un punto muy importante para quien depende de plugins concretos en su día a día.
En la práctica, eso quiere decir que, si echas de menos alguna función de bloqueo, productividad o integración con servicios externos, puedes recurrir al vasto catálogo de la Chrome Web Store sin problema. Ni Brave ni Vivaldi te encierran en un ecosistema propio cerrado.
En cuanto a plataformas soportadas, Brave está disponible en los sistemas más habituales, incluyendo Windows, macOS, Linux, Android e iOS. Vivaldi también cubre bien escritorio y Android, pero aún arrastra una limitación importante: no cuenta con versión oficial para iOS, lo que puede ser un punto en contra para quienes viven con iPhone o iPad.
Más allá de las extensiones, el ecosistema de Brave incluye su propio motor de búsqueda centrado en la privacidad y opciones como recompensas por ver ciertos anuncios no invasivos, algo que gustará más o menos según tu tolerancia a ese tipo de modelos. Vivaldi, por su parte, se centra más en pulir la experiencia de escritorio y en ir añadiendo funciones nativas para reducir la dependencia de terceros.
En los dos casos, hablamos de navegadores que mejoran de forma notable la situación en comparación con Chrome, Edge o Safari en lo que respecta a privacidad por defecto, seguridad y transparencia, aunque no llegan al extremo de anonimato de un Tor Browser ni de algunas soluciones hiperespecializadas.
Si lo que buscas es maximizar la privacidad y el rendimiento sin complicarte la vida, Brave suele ser la opción más redonda: bloquea más, consume menos y requiere menos ajustes. Si, en cambio, valoras tener un entorno hiperpersonalizable, con funciones de productividad integradas y una VPN fácil de usar con opción gratuita, Vivaldi es un navegador muy potente que además respeta bastante bien tu privacidad. En ambos casos das un salto importante respecto a los navegadores masivos centrados en explotar tus datos.
Tabla de Contenidos
- Brave vs Vivaldi: dos formas muy distintas de entender la navegación privada
- Rendimiento y consumo de recursos: velocidad frente a complejidad
- Bloqueo de anuncios, rastreadores y protección frente a huella digital
- VPN y extras de seguridad: Brave Firewall + VPN vs integración con Proton
- Privacidad general y filosofía de datos
- Personalización, diseño y productividad integrada
- Compatibilidad, extensiones y ecosistema